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Cuando la mente empieza a ocuparse de elaborar una historia sobre cómo nos han hecho daño, o a soñar despierta sobre cómo podría ser nuestra vida si encontráramos a la persona o situación adecuada, tenemos que acallarla. Lo hacemos mediante la práctica de la “sin-mente”.
Practicar la sin-mente requiere que te liberes de tus pensamientos y te pongas en contacto con el sabio interior, que está más allá de los pensamientos. No es necesario pasar horas y horas de meditación para lograrlo. Cuando seas consciente de cómo tu mente salta tontamente de pensamiento en pensamiento, puedes sentarte tranquilamente, divertido por su actividad. El desfile de pensamientos continuará, pero no te verás atrapado en él. Sólo existirá el sabio.
Así, podrás decir: “Ahí va mi mente, obsesionada con que cree que me han hecho daño. Así actúa mi mente cuando me siento víctima”. Y entonces, unos momentos después, olvidarás que eres el sabio, y volverás a identificarte con la gimnasia de tu mente. Entonces recordarás y preguntarás: “¿Quién es el ofendido?” y “¿Quién hace la pregunta?”. Haces el cambio de identificarte con el parloteo a convertirte en el sabio haciendo preguntas como: “¿Quién está herido?”. “¿Quién está enfadado?” y “¿Quién llega tarde a la oficina?”.
Lo que te lleva a casa del sabio es siempre esto: “¿Quién es el que hace la pregunta?” En el momento en que te preguntas esto, rompes el trance y la mente se disuelve. Sólo queda el Espíritu, porque el Espíritu es el sabio.
Hasta que podamos acallar el parloteo de nuestra mente, podemos simplemente observar nuestros pensamientos, divertirnos con nuestra “mente de mono” y no identificarnos con ella. Un día reconoceremos que nuestro ser genuino, el sabio, reside en medio de la tormenta y no se ve afectado por toda la conmoción que nos rodea, como la pelea con nuestro cónyuge, la avería del coche o la úlcera estomacal. Y entonces el caos que nos rodea se calma porque nos damos cuenta de que sólo es un espejo de lo que ocurre en nuestra mente. Lenta pero imparablemente, el sabio se impone, ya que la pantalla de nuestra realidad se convierte en un lienzo en blanco en el que podemos crear y soñar.
No puedes “mentalizarte” a dar un paso atrás y convertirte en el sabio porque una vez que lo hagas, la mente se desvanecerá… y ella lo sabe. Así que, para protegerse, la mente te enredará en todas las razones por las que no puedes hacer esta práctica.
Después de muchos años de meditación, descubrí que no necesitaba dispositivos externos para descubrir al sabio que siempre ha existido. Estaba ahí antes de que naciera mi cuerpo; después de todo, yo no soy mi cuerpo -sólo lo habito- y el sabio estará ahí mucho después de que mi cuerpo vuelva a la tierra. El siguiente ejercicio te ayudará a descubrir, o redescubrir, al sabio que llevas dentro.
Ejercicio: La Búsqueda
Siéntate cómodamente en tu sillón favorito y atenúa las luces de la habitación. Enciende una vela si lo deseas, pero asegúrate de que estás en un lugar absolutamente tranquilo porque quieres escuchar el parloteo de tu mente. Cierra los ojos y empieza a respirar de forma profunda y regular… cuenta tus respiraciones del uno al diez y vuelve a empezar por el uno.
Al cabo de unos minutos, puedes notar que cuentas hasta 27 o 35, ya que la mente está absorta en lo que tienes que hacer más tarde, en lo que has fallado en el trabajo o en lo molesto que estás con alguien. O tal vez haya una melodía que suene en tu cabeza (una vez, durante un retiro de meditación, tuve “Yellow Submarine” de los Beatles metida en la cabeza durante toda una semana).
Vuelve a contar tus respiraciones. Ahora pregúntate: “¿Quién está enfadado?” “¿Quién llega tarde?” “¿Quién respira?” y luego, “¿Quién es el que hace la pregunta?”. Quédate quieto y observa lo que ocurre cuando preguntas esto.
Intenta hacer esta pregunta regularmente a lo largo del día, aunque no estés sentado en meditación. Cuanto más suba la salvia al primer plano de tu conciencia, más tiempo permanecerá en ella. La salvia te hará salir de tu conciencia de serpiente y entrar en la de águila para que seas consciente del gran lienzo en blanco de la creación, junto con tu poder para soñarlo en un mundo de belleza y gracia.
En Munay, Alberto Villoldo