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Todos nos hemos sentido acechados por la muerte en algún determinado momento. A veces todo lo que vemos delante, detrás, a un lado y al otro es la muerte. Para el chamán esto puede ser una llamada a la iniciación, y somos afortunados cuando tenemos esa experiencia antes de que nuestra muerte física llegue.
El peligro es cuando no nos permitimos morir simbólicamente y renacer, y en cambio nos perdemos en un lugar gris y prohibitivo entre los mundos. Entonces el chamán debe hacer una recuperación del alma para su paciente, con el propósito de recuperar esa parte del alma para que la persona pueda volver a estar completa y vivir plenamente. Parte del proceso de Recuperación de Alma consiste en renegociar un nuevo acuerdo con el Espíritu, intercambiando antiguos votos y promesas tóxicas por contratos que confirmen la afirmación a la vida.
A través de los años vividos en un convento, el viaje de Recuperación de Alma de Jean, la llevó a un tiempo muy remoto, enterrado en lo más profundo de su ser y olvidado. Misterios de toda una vida se develaron, poniendo a prueba su sentido de la realidad, pero no su fé. Creyendo que estaba siendo guiada por el Espíritu Santo, Jean entonces hizo lo impensable, y pidió una dispensa de sus votos sagrados hechos con toda sinceridad para toda la vida. Podía quitarse el hábito religioso y volver al mundo, pero no podía desprenderse del sufrimiento tan fácilmente.
Un ennoblecimiento distorsionado del sufrimiento había formado parte de su legado familiar, transmitido de generación en generación. En su lecho de muerte, la querida abuela de Jean había llevado el sufrimiento a un nuevo nivel. De pie junto a su abuela, al lado del sacerdote con sus aceites de unción, Jean recibió estas últimas palabras: “Jean, tus brazos están extendidos en la cruz con Jesús. Ayudarás a las almas con tu sufrimiento. Eres una elegida, eres especial”. La pesadez pesaba en el alma de Jean y oprimía su espíritu.
Durante una Recuperación de Alma, en la Cámara de las Heridas, apareció una habitación parecida a una mazmorra con un crucifijo de latón. En el lecho había una figura ligera: la Hermana Francis; la herida: un recipiente de sufrimiento. Encendiendo un fuego de luz transformadora, Jean y la Hermana Francis sacaron de las sombras todas las heridas que se habían convertido en tejido conectivo para el alma de la Hermana Francis: el dolor, la humillación, la soledad, la depresión, lo desconocido, los juicios, los susurros, la culpa infundada, la soledad estéril, el puro vacío. A medida que las heridas eran consumidas por el fuego, la habitación de la hermana Francis se convertía en un lugar de sanación.
La Hermana Francis, esa parte de quien Jean había sido antes de desprenderse de su hábito, reconoció que la miseria, la angustia y el desgarro de las heridas tenían que terminar para que Jean pudiera volver a la belleza original de su alma, y para que se sanara.
Por muy eficaces que sean las prácticas chamánicas, la sanación no debe verse como una intervención, sino como un viaje. El trabajo de Jean no había terminado tras recuperar a la hermana Francis y quemar sus heridas en el fuego. Quedaba más por hacer. La sanación tiene lugar en muchos niveles, y a veces el cuerpo va por detrás de la mente, y la mente por detrás del alma. La actitud de Jean hacia el sufrimiento podía cambiar, pero eso no significaba el fin de la enfermedad para ella.
En Munay, Alberto Villoldo
Si quieres saber más sobre Jean, puedes leer su historia en el libro, “Las Milagrosas Herramientas con las que Curan los Chamanes”, escrito por el Dr. Alberto Villoldo.