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Muy pocas veces nace un bebé “nuevo”. La mayoría de las veces, el pequeño es un alma vieja, a veces incluso más vieja que la madre que lo trajo al mundo. En esta historia, antiguas heridas unen a una madre y un hijo mientras sus espíritus se desplazan a través de los siglos. Hace falta un chamán para cortar los cordones que atan a Nathan más allá del ámbito de la realidad cotidiana y liberarlo de su pasado.
Los cordones energéticos nos mantienen unidos a las personas con las que alguna vez compartimos el dolor o los sueños. Y al igual que el cordón materno transporta sangre rica en nutrientes al niño, los cordones que nos unen a los demás son ricos en emociones y sentimientos. Pero, al igual que ese primer cordón, deben cortarse para que podamos entrar en nosotros mismos y desarrollar relaciones sanas con quienes nos aman, y a veces nos odian.
En su vida actual, Nathan se crió en una granja de Maryland. El menor de cuatro hermanos, se había criado en un hogar protestante muy estricto. Los malos tratos de su madre habían sido una nube oscura durante toda su vida. Recordaba que a los seis años estaba hospitalizado, enfermo y consumido por una grave enfermedad que le afectaba a la digestión, pero que no quería que su madre le consolara porque le temía. A pesar de los abusos, Nathan creció, fue a la universidad y a la escuela de postgrado, y finalmente se convirtió en psicólogo y pastor de la Iglesia, sirviendo en las montañas de Virginia del Oeste.
Durante una primera sesión, Nathan viajó a una vida pasada en la que fue traicionado y ahogado en la plenitud de su vida. Al regresar atrás, vio que su madre había lanzado la lanza que había llegado por detrás y le había atravesado el pecho. Nos dedicamos a extraer una energía cristalizada que tenía la apariencia de una lanza que sobresalía de su pecho.
En una segunda sesión, exploré el cuerpo luminoso de Nathan y pude percibir una entidad poderosa. Era descarada, estaba dispuesta a dejarse ver, y confiaba en su propio control y poder. Era desconcertante, miré a mi cliente y supe que era fundamental una extracción. Pero primero había que ponerle nombre. Nombrar una cosa, conocer su naturaleza, reduce su poder. Y esta entidad tenía un nombre familiar. Era el de la lanza. La Madre.
La energía letal estaba en cada célula del cuerpo de Nathan y la extracción era difícil. Tenía que ser rápido e inteligente en situaciones como ésta. El espíritu es mi única protección contra los peligros que no preveo, que a menudo acechan en los rincones donde se esconden las energías oscuras. Mi vulnerabilidad me lleva siempre al pie de las montañas sagradas de Perú, donde recibí mi iniciación, sin importar dónde me encuentre. Levanto mis ojos hacia las cumbres, recurriendo a la fuerza que está allí para mí.
Hay mucho más en la historia de Nathan, su liberación de esta entidad y su descubrimiento de su pasado como alto chamán y maestro de otros. Años más tarde, es poseído por una energía arquetípica y, para liberarse finalmente, realiza un ritual que le ayuda a poner fin a un conflicto que ha abarcado varias vidas. En el centro de esta historia hay un hombre y un alto chamán.
En Munay, Alberto Villoldo
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