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A menudo me preguntan sobre los orígenes del chamanismo: cuándo se originó, dónde comenzó y quiénes fueron los primeros chamanes.
Sabemos que el chamanismo es una tradición prehistórica que se remonta a las culturas de cazadores / recolectores (paleolíticos). El arte rupestre de 30,000 años de antigüedad muestra evidencia de prácticas chamánicas, mientras que se han encontrado sonajeros y otros objetos utilizados en rituales chamánicos, en restos materiales de la Edad del Hierro. La palabra “chamanismo” deriva de la palabra manchú-tungus (norte de Asia) šaman, que significa alguien que sabe.
El chamanismo ha sido denominado “la expresión de religiosidad más antigua y universal de la humanidad”, y su presencia intercultural entre las sociedades de cazadores / recolectores sugiere una conexión con la evolución del cerebro. De hecho, podemos afirmar con seguridad que todas las religiones del mundo moderno tienen su origen en prácticas chamánicas olvidadas hace mucho tiempo.
Los académicos han documentado el chamanismo en Asia, Tíbet, Oceanía, Hungría, Suecia, América del Norte y del Sur, Europa central y África. Las prácticas chamánicas han variado ampliamente en todo el mundo, pero el papel del chamán como sanador y guía espiritual es ampliamente compartido. Ellos fueron los primeros sanadores, maestros y eruditos.
Los chamanes andinos del Perú, con quienes me entrené durante varias décadas, remontan sus orígenes espirituales a los primeros pueblos que se asentaron en las estribaciones del Himalaya hace casi 50,000 años. Los migrantes del Valle del Indo cruzaron el estrecho de Bering desde Siberia después del último período glacial, y con el paso de los siglos llegaron a los Andes peruanos. Allí, a los sabios curanderos se les llamó Laikas, o antiguos Guardianes de la Tierra.
Estos chamanes tenían experiencia directa de la naturaleza espiritual encarnada en la realidad. Entendían que el mundo material es la expresión de un reino energético más sutil con el que interactuamos en todo momento. Para ellos el espíritu y la naturaleza no estaban divorciados. Así, sabían participar en la creación soñando las posibilidades energéticas del mundo.
Hoy, quedan menos chamanes puramente tradicionales. Con la invasión de la civilización, es común que las generaciones más jóvenes prefieran explorar la realidad moderna y se alejen de su ancestralidad. Pero el Espíritu funciona de maneras misteriosas. Al mismo tiempo, un número creciente de refugiados de la sociedad consumista, cansados de la superficialidad, están encontrando un camino de vuelta hacia las raíces de la Tierra.
Así, somos los nuevos chamanes, y nuevos Guardianes de la Tierra, soñando un mundo más amoroso. Aún cuando no sacudamos plumas o cascabeles, o no leamos el oráculo de huesos animales, somos chamanes, comprometidos con la naturaleza y la vida de todos los seres. Algunos se especializan en sanar a enfermos, otros saben prevenir enfermedades, y otros son parteros de esta vida hacia la próxima. Todos reconocen el matrimonio sagrado entre el Espíritu y la Madre Tierra, y a sus hijos como manifestación sagrada y divina.
Alberto Villoldo, PhD.