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Una de las tareas de los Maestros del Tiempo era rastrear el pasado y el futuro para convertirse en un maestro hilandero.
Carl Jung creía que cuando no hacemos caso a nuestra llamada -y ésta no es una llamada a la grandeza, sino una llamada al sentido-, la vida se desperdicia. Del mismo modo, cuando decimos sí a nuestro destino, somos capaces de trascender el sufrimiento y de triunfar sobre probabilidades aparentemente imposibles.
Para tener importancia, nuestro destino no tiene que ser grandioso ni estar validado por la aclamación pública, pero debe estar imbuido de significado y propósito. Esto es totalmente independiente de si adquirimos posesiones materiales, nos casamos, formamos una familia o nos hacemos famosos. Podemos encontrar la felicidad con los bolsillos vacíos y la soledad, y también podemos encontrar el dolor y el sufrimiento con todas las comodidades y la hermosa compañía del mundo.
Nuestro destino no es lo mismo que nuestro futuro: mientras que el futuro es lo que ocurrirá más adelante, el destino está en cada instante, y siempre podemos ponernos a su disposición. El propósito es decir sí a la vocación con la que nacemos, mientras que el destino es lo que ocurre cuando luchamos o ignoramos nuestra vocación. Esta es una idea muy antigua que va en contra de la psicología y la biología modernas, que definen nuestro destino por nuestros perfiles psicológicos y genéticos. Sin embargo, cuanto más nos identificamos por lo que hicieron o dejaron de hacer nuestros padres, por lo que se ha programado en nuestros cromosomas o por lo que poseemos o vestimos, más pertenece nuestra historia a nuestros antepasados y a los demás. Opacamos nuestras vidas explicándolas con una lista de causas que escapan a nuestro control.
Imagina que tu vida es un sólido cordón de luz que se extiende hacia el pasado durante muchas vidas. En el presente, hoy, este cordón se separa en innumerables hilos con los que tejes el futuro. Cada hilo representa un futuro posible, uno de tus muchos destinos. Algunos de estos futuros son más probables que otros. Un hilo te lleva a que al despertarte descubras que te ha tocado la lotería, pero eso no es muy probable. Sigue otro hilo y verás que te lleva a morir joven de una enfermedad cardíaca. Ese es un futuro más probable para ti si esta condición se da en tu familia.
Los hilos en los que tienes mayor libertad son tu destino. Los hilos en los que tu salud o tu vida amorosa han sido seleccionados para ti, por tu genética o tu educación, son lo que llamamos destino.
Los Laika hablan de un libro de plata con el que todos nacemos, uno que viene escrito con la desafiante historia de nuestra vida. En este libro, nuestro destino ha sido arrojado y la línea de la historia es poco original. Pero también hay un libro de oro que está lleno de páginas en blanco. Cuando coges la pluma y empiezas a escribir en el libro de oro, empiezas a soñar con un devenir original que nunca fue permitido por tu derecho de nacimiento.
Este sueño puede no ser el más fácil de manifestar. Por el contrario, estos sueños suelen estar llenos de pruebas. Si seleccionas el sueño que te lleva a la cima de la montaña sagrada, vas a tener que vadear ríos caudalosos, perderte en el bosque y caminar al borde de un precipicio. Si eliges el sueño que te lleva al prado donde pastan las vacas, mirarás la montaña lejana con nostalgia, sintiendo la llamada a ponerte a prueba, pero demasiado ocupado raspando el estiércol de tus botas para avanzar y crear un destino mayor para ti y para el mundo.
El chamán cree que cuando te conviertes en el autor del libro de oro, dejas de ser un personaje del sueño, en deuda con un guión que no has escrito. Te conviertes en el maestro hilandero no sólo de tu propio destino, sino del futuro.
Sabiendo que puedes ser el maestro hilandero de tu destino y futuro, ¿qué estás hilando hoy?
En Munay, Alberto Villoldo