
Tu información no será usada o compartida ningún otro fin.
© 2017 Los Cuatro Caminos
Recuerdo que hace diez años un vecino que estaba pasando por momentos difíciles –estaba en proceso de divorcio– me dijo angustiado: “No me gusta llevar a los niños al colegio. Es tan gris el camino, y tanta la pobreza”.
A mí me extrañó mucho su comentario ya que yo hacía exactamente el mismo recorrido de veinte minutos con mis hijos para ir al mismo colegio y yo disfrutaba mucho el paisaje y la oportunidad de ir cantando en el auto con los niños. Vivíamos en el campo y había grandes árboles ornamentales en el camino y muchas plantaciones de limones, paltas, y naranjos en los costados. También pasábamos por un pueblo humilde, pero tranquilo.
Pronto me di cuenta de que no se trataba ni del camino, ni del colegio, ni de sus hijos, sino que de su profunda tristeza. Su visión del paisaje externo reflejaba su paisaje interno pobre y sombrío.
Muchos pueblos originarios de las Américas cultivaron conscientemente el sendero de la belleza. El pueblo Navajo bien lo expresa en su filosofía y en sus rezos:
Que en belleza yo camine.
Que haya belleza delante de mí
belleza detrás
belleza debajo
y belleza encima
que todo a mi alrededor sea belleza
a lo largo de un camino de belleza
que en belleza acabe.
El sendero de la belleza se practica encontrando lo sagrado de cada momento no importando las circunstancias. Por ejemplo, en una escena de pobreza material podríamos encontrarnos con la sonrisa inocente de un niño, con la mirada sabia de una anciana, o con un gato durmiendo plácidamente. En una escena de guerra podríamos enfocarnos en la compasión de un soldado sujetando a otro y ayudándole a morir.
Esto no significa que neguemos el dolor y la angustia que nos pueda producir una situación, pero tenemos cuidado de no empantanarnos en emociones que nos hagan caer en un agujero negro. Entonces buscamos de manera consciente lo sagrado, lo sutil, lo salvaje, lo indomesticable, lo profundo, y cualquier otra cualidad que nos haga reconectar con la belleza de la vida aquí en la Tierra y su origen infinito y divino.
Por otro lado, se práctica la belleza creando instancias de salud, armonía, paz, compasión, y mucho más, como ofrendas del corazón hacia la vida. Y también como un regalo para quienes necesitan iluminar su paisaje interno pobre y sombrío. Aho!
Por Marcela Lobos