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La Ceremonia del Fuego es el elemento central para muchos rituales de la medicina chamánica. Representando al rayo aquí en la tierra, el fuego permite la transformación rápida de las energías en juego. Se quema lo denso y obsoleto para darle espacio a lo que necesita emerger — como el ave fénix que es consumido por el fuego para renacer fuerte y nuevo desde sus propias cenizas.
En nuestra tradición, nos entregamos a esta muerte simbólica al menos trece veces al año con cada ciclo de la luna. Creando espacio sagrado, hacemos un fuego del tamaño que nos sea conveniente. Puede ser grande si estamos en un lugar abierto sin peligros de incendios, o puede ser una velita si estamos en un lugar cerrado. Lo importante es honrar a este elemento haciendo una ofrenda apropiada a la instancia. En el caso de una vela puede ser un canto, un poema, o un incienso; y para un fuego más grande se le puede echar aceite de oliva, cacao, o hierbas.
Una vez que el fuego ha recibido la ofrenda y se pone amistoso – las llamas bailan de manera más suave — entonces le entregamos nuestra “flecha de muerte”. Esto es un palito de la naturaleza del tamaño apropiado donde hemos soplado nuestras intenciones. Con nuestro aliento hemos anclado en ese palito todo aquello que nos pesa, nos confunde, o nos bloquea. Mientras la flecha de muerte se quema, aquietamos nuestra mente para dejar que el Espíritu nos bañe de su luz y nos entregue sus mensajes.
En estos tiempos críticos para la evolución de la conciencia, los chamanes reconocen la importancia del rezo y de la ceremonia para aliviar tanto dolor, y para alumbrar nuestro destino. La Ceremonia del Fuego nos permite conectar con nuestra alma y recordar cómo nos hemos sentado en torno al fuego por miles de años para calentar nuestros cuerpos, sanar nuestros corazones, y compartir en comunidad.